Es lo que representa un jarrón del s.VI a. de C., conservado en el Museo Vaticano de Roma. «En todo tiempo y en todo lugar, ir a la fuente ha sido, para las mujeres, buena ocasión para intercambiar recetas y para contarse chismes» dirá, respecto a la citada vasija, el eminente crítico de arte Jean Russelot.

Durante siglos, la memoria histórica de las actividades de la mujer ha quedado sepultada por distintos estratos de cotidianeidad. Afortunadamente, encontramos en las obras de arte, pintura y escultura, sobretodo, auténticos documentos sobre la condición femenina a lo largo de la historia, siendo reflejo de las actividades y costumbres de su tiempo.

Así, desde la deforme «Venus de Willendorf» (paleolítico superior), símbolo de fecundidad, hasta la aparentemente resignación de «La mujer con corbata»(1917) de Modigliani, pasando por la serenidad que transmite «Retrato de una dama» (1460) de Van Der Weyden, encontramos inagotable información a través de rostros, gestos, adornos, miradas, actitudes, … que nos permiten vislumbrar sus maneras de sentir y vivir, e incluso, intuir hasta qué punto la mujer se halla ligada a la evolución de las distintas sociedades.

Pero, me interesa resaltar aquí, de ese amplísimo inventario, algunos ejemplos de ese «ir a la fuente» de la mujer universal y atemporal, para encontrarse con sus coétaneas. Esos lazos de complicidad, que a lo largo de los siglos, parece subyacer y subsistir en sus relaciones y encuentros.

Así, desde los frescos de la tumba de Nabamon, donde «Damas, músicas y bailarinas» egipcias forman un conjunto femenino perfecto hasta la «Fiesta de las flores» del Kitayana Utamaro, donde graciosamente ataviadas intercambian confidencias las despreocupadas damas japonesas.

Igualmente, en «Mujeres en el jardín» de Claude Monet, en el «Cortejo de las Parnateneas» del friso del Partenón, en los delicados trazos de «Las Músicas» de Antoine Watenow, en el expresionismo casi gótico de «Cinco mujeres en la calle» de Ern Kichner o en las contemporáneas «señoritas de Avignon» de Picasso, podemos intuir recogimiento o juegos, solemnidad o connivencia, pero en todo caso, siempre armonía.

Y a pesar de todas las trabas que, a lo largo de la historia y durante las distintas épocas, las tradiciones establecían, las mujeres han dado pruebas de su inteligencia y seriedad, de sus facultades creadoras y de su capacidad de trabajo, de su disposición para comprender y analizar , e incluso para dirigir los asuntos públicos, de tal modo que los hombres no han podido evitar que sus compañeras fueran alcanzando, en mayor o menor medida, la cultura y la libertad.

Y hoy en día, aquí estamos, reclamando el derecho a cursar una carrera, participar en política,  dirigir una empresa o presidir un tribunal. Enfaticemos, pues, ahora la misma complicidad, armonía y enriquecimiento personal y colectivo que nos puede proporcionar «ir juntas a la fuente». Encontremos esta «fuente» donde reunirnos virtualmente para compartir e intercambiar experiencias, información, opinión y pensamiento.

Hacer visible la voz de empresarias, artistas,  pensadoras, deportistas,  cuidadoras,  visionarias, madres, … es hacer visible los valores femeninos, nuestra visión personal sobre los distintos ámbitos de la organización social del mundo. Esa visión de mujer, que no es antagónica de la que, durante siglos, ha dominado, la del hombre, pero que es distinta y complementaria, y por tanto, imprescindible.

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